Al igual que muchos adventistas, fui educada para no hacer preguntas. En mi familia éramos 9 personas. Se suponía que teníamos que hacer lo que nos dijeran para que aquella gran casa siguiera funcionando: callar, obedecer y mantener la paz. Nuestra iglesia tenía un grupo de jóvenes, pero no se nos permitía participar: eran demasiado […] Source: https://atoday.org/editorial-nuestra-unica-seguridad/